La
noticia cultural de la semana es la inauguración (con parafernalia
institucional incluida) de un novedoso sistema hidráulico que permite
disfrutar, de nuevo, del agua en el Patio
de los Leones de La Alhambra
granadina. Sin ánimo de ponernos críticos, el evento casi no debería ser tal,
si el palacio nazarí estuviera conservado como merece un monumento declarado,
desde 1984, Patrimonio de la Humanidad
por la Unesco. Desgraciadamente, sin
rozar siquiera el abandono de épocas pasadas, a veces, la conservación del
legado monumental español no se hace con el mimo que requieren obras de tal
magnificencia.
La Alhambra de Granada
La
que fuera residencia y morada del último rey nazarí es el monumento español
(que no museo) que recibe más visitas al
año, extremo éste bastante lógico si tenemos en cuenta que el palacio mozárabe
es una joya arquitectónica y artística única en el mundo. Tan solo el Alcázar
de Sevilla, una copia o imitación del granadino, llega a parecérsele y, por supuesto, no hay
un edificio similar en territorio europeo.
El
Albaicín, el barrio árabe-medieval que se extiende a sus pies, la Catedral (donde se encuentra el mausoleo de los Reyes
Católicos), el Generalife y las distintas salas y patios de esta maravilla que
es la Alhambra atraen hoy a miles de viajeros llegados, literalmente, desde
todos los rincones del orbe movidos por el deseo de conocer de primera mano el
último reducto de lo que un día fue el esplendor de Al-Ándalus. Bien conectada
por carretera, el viajero sibarita puede, incluso, elegir entre una amplia gama
de hoteles lujosos en Granada, algunos de
especial encanto, ya que son el fruto de cuidadas rehabilitaciones de antiguas
residencias señoriales que nos hablan de la época gloriosa de la ciudad del
Darro y el Genil.
Vicisitudes históricas de
La Alhambra
Aunque,
al día de hoy, y al margen de la pequeña crítica del principio, existe un
patronato encargado de velar por la integridad y conservación del monumento
nazarí, no siempre fue así. El
resentimiento hacia el conjunto palaciego comienza en 1492, cuando Boabdil, “el Chico” o “el Desgraciado”,
tiene que exiliarse tras la conquista de la ciudad por parte de Isabel I, “la Católica”. Unas décadas más tarde, cuando accede al
trono el nieto de la reina castellana, Carlos I, en un afán por simbolizar el
nuevo poder que revestía su persona, se hace construir un mastodóntico palacio
circular en el centro mismo de La Alhambra que, a pesar de su cuidada línea
renacentista, no puede más que desentonar (por utilizar un término amable) con
la gracia de la construcción mozárabe. Las fuentes documentales que se barajan
no tienen constancia de que el Emperador pisara tan ilustres estancias.
A
partir del siglo XVI La Alhambra entra en un paulatino e imparable abandono
hasta tal punto que las torres de la
antigua medina se van cayendo unas tras otras, el moho y la humedad deshacen
las yeserías, se utilizan las piedras como material de cantería y, en el siglo
XIX, llega a ser ocupada (en el sentido contemporáneo del término) por bandidos, mendigos y gitanos nómadas que
paraban a los pies de Sierra Nevada.
De
esta guisa (desmoronándose, fuegos en los patios, ocupada por animales y gentes
transfronterizas, repleta de basuras y excrementos…) se la encuentran los viajeros extranjeros
(sobre todo ingleses) que se adentran en estas tierras, por entonces inhóspitas,
de la antigua Al-Ándalus como complemento exótico a ese viaje iniciático muy
popular entre la élite anglo-germánica de la época conocido como Grand Tour.
Son ellos los que se lamentan por el estado de abandono de tan peculiar
edificio promoviendo, con este gesto, que los intelectuales hispanos tomaran
conciencia de la ruina en la que se encontraba la práctica totalidad del
patrimonio artístico del país. Las pequeñas intervenciones llevadas a cabo, muy
a finales del siglo XIX y principios del XX, tenían como objeto, simplemente,
el que el edificio no se viniera abajo. Y hay que esperar hasta mediados de la
pasada centuria para que se que acometiera una intervención integral en toda
regla.
El Patio de los Leones
Y
la noticia de esta semana coincide con una de esas rehabilitaciones, la que
quiere devolver el esplendor del pasado a una de las estancias más señeras de
La Alhambra: el Patio de los Leones.
Los trabajos están siendo tan minuciosos que han sacado a la luz, por ejemplo,
policromía perdida en las esculturas teriomorfas
de tan ilustre fuente y terminará cuando se complete el solado con mármol de
Macael (como son las columnas que circundan la estancia).
La
fuente del Patio de los Leones responde a un concepto simbólico muy extendido,
especialmente en el Islam, pero común a las religiones que beben del Antiguo
Testamento: el manantial que se encuentra en el
centro del Paraíso y del que brotan (como en La Alhambra) los cuatro
ríos de la vida. Su murmullo, tras el silencio, como reza una inscripción del
palacio, es la mejor música para el hombre con ansia de Dios.
A
partir de hoy, el viajero en busca de paz (bastante difícil) o belleza
(afortunadamente posible) podrá oír el rumor del agua que mana de los doce
leones de piedra (simbolización del que ha encontrado la verdad interior) de
este monumento único en el mundo.
Una colaboración de Candela Vizcaino, creadora del blog viajesaristocráticos.com
Fuente del patio de los Leones, en La Alhambra (Granada) |
Interesantes reflexiones sobre La Alhambra y su conservación que, con todos los errores imaginables, ha sacado del abandono absoluto al que estaba condenada en el siglo XIX, un lugar único en el mundo! Os dejamos un enlace con otro aspecto que a nosotros también nos parece interesante: el de sus inscripciones,un auténtico encaje de bolillos que, curiosamente, empezaron a estudiar los Reyes Católicos! http://viajesdeprimera.com/categoria/granada.-la-alhambra-s79/
ResponderEliminarMuchas gracias por tu aportación, realmente interesante.
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